domingo, 4 de agosto de 2013

Texto que acompaña mi obra

Mi agradecimiento  a Marcelo Gimenez por su valiosa visión y hermosas palabras


Cocer y comer, juntos todo es bueno hacer

Mediando el siglo pasado, Herbert Read valoraba la alfarería por ser, a su criterio, simultáneamente la más simple y la más difícil de todas las artes. Adjudicaba su sencillez a la cualidad elemental que, de modo atávico, la inviste; encontraba su complejidad en la magnitud abstracta que, de manera habitual, ella propone.
Muchos han acreditado los orígenes de la alfarería —nunca acabadamente conjeturados, siempre venturosamente imaginarios— al concierto solidario de los cuatro elementos. Logro inestimable, restaría imperfecto de no haberse sustituido los eventuales azares del sol por un manejo certero del calor. Maestría secreta hasta allí reservada al emporio divino, tal dominio no sólo dotó a la humanidad de una prodigiosa capacidad transformadora; también signó el abolengo común de haceres desde entonces hermanados: aquellos que, juntos, encienden los ardientes esplendores de las artes del fuego. Protagonistas de la última transformación atravesada por el género humano, entre sus haberes no sólo se cuentan la fortaleza, la perdurabilidad y la resistencia de los recipientes cerámicos a los que se confió el primer excedente alimenticio; también les debemos la emergencia de un nuevo horizonte que resulta de poder divisar lo crudo gracias a la invención de lo cocido.
Por su parte, alfarería y abstracción no se avecinaron sino milenios más tarde, época en que el aprecio de la pulsión imaginativa ponderaba la inmunidad del hacer cerámico al tutelar designio imitativo de otras artes. Mas el pronto advenimiento de un arte concreto volvió inactual la oposición de lo figurativo y lo abstracto como principios y/o fines del proceso creativo. En esa entorno, por entonces para muchos aún incierto, Honorio Bustos Domecq —ese disfraz colaborativo que se habían inventado Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares—interpelaba en una serie de crónicas de su tiempo las inéditas ocurrencias del “arte moderno”. Tan estrambóticas eran que se atrevía a aventurar la incauta noción de “cocina culinaria” como el caso quizá más acabado de un arte abstracto.


  
Eva Hernández nos ofrece en esta ocasión un conjunto de trabajos por los que podemos acercarnos a su singular modo de modelar ese territorio atávico en que alfarería y cocina hunden sus raíces comunes. Se trata de piezas cerámicas que convocan a esta cita ese fondo común que sus figuras solicitan: la mesa. Como quien tiende amorosamente la suya para ofrendarla a un invitado precioso, la artista dispone sobre sus soportes formas gratas y colores atrayentes; cada composición rotura así las comarcas del convivio, propiciando rituales perceptivos que, como los ceremoniales del comer, auguran el amable agasajo que un más acabado deleite supone. La razón se satisface con la insinuación de un repertorio de tipos modélicos —el vaso, el plato, el cubierto…—; la imaginación se gratifica por la sugerencia de manjares fantasiosos —rizados cannoli, garbosos kürtőskalács, estilizados croquignoles…—; la pasión se inflama en la provocación que suscita lo furtivo —una forma inesperada, un matiz insospechable, un resplandor ocasional…
Un dicho que atesoran varias lenguas, en su versión gallega aconseja: “Do pote que non has comer, déixao cocer”; otro, para advertir que la satisfacción de una necesidad puede pronto devenir un acto placentero de difícil cese, asegura: “comer y rascar, todo malo es empezar”. Garantes naturales del saber de cada pueblo, para Jean-Claude Anscombre los refranes llevan inscriptos el ritmo inherente a todo lo que, desde un punto de vista material, es para la vida humana autoridad natural: cocer, comer, compartir… Al postular el estudio de las simbolizaciones alimentarias merecedor por sí mismo de toda una enciclopedia que iría de añejas creencias —filosóficas, sagradas— a las Mitológicas de Claude Lévi-Strauss, Roland Barthes juzgaba una buena comida mucho más que la puesta en escena de un sistema mundano: encontraba el comer como acto sustancial del vivir-juntos. Comunión que patrocinan todos y cada uno de los haceres que requieren reunirse alrededor del fuego, Eva nos invita a actualizarla una vez más en la fiesta que a lo sensible regala esta presentación.

Marcelo Giménez

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